jueves, 14 de mayo de 2009

Viudas alegres

Viudas alegres
por Marcelo Figueras (coguionista de "Las viudas de los jueves")



“¿Terminaron?”, pregunto, móvil en mano, desde mi refugio transitorio en Madrid.

“Terminamos” dice Marcelo Piñeyro desde Alicante, con un tono de voz que revela que está sonriendo mientras habla.

Ayer miércoles por la tarde, en los estudios Ciudad de la Luz, concluyó la filmación de Las viudas de los jueves. Después de más de seis semanas de rodaje en Buenos Aires y otras tres y media en España, la película basada en la novela de Claudia Piñeiro arribó a buen puerto. Ahora es tiempo de celebración, un tiempo que no puede ser sino breve: más temprano que tarde Marcelo se abocará a la edición del film aquí en Madrid, con el montajista Juan Carlos Macías como asociado.

Cuando la filmación de cualquier película termina, ocurre algo (al menos me ocurre a mí, tratándose de relatos que he escrito) que va más allá de la satisfacción de una tarea resuelta. Yo que he asistido al proceso en su totalidad, desde la idea apenas verbalizada hasta la campaña que termina involucrando a docenas de personas en un objetivo común, entiendo que lo que acaba de tener lugar es la creación de un pequeño universo. Algo que antes no existía ha aparecido (casi) desde la nada. Más allá del resultado en sí mismo, lo que sucedió no está por debajo del milagro, en tanto supone un acuerdo de voluntades desafiando el discurso único, que presume que los humanos no podemos entendernos –ni siquiera cuando somos apenas dos.

Las viudas de los jueves es uno de estos pequeños prodigios. Me gustaría dar cuenta de la larguísima lista de gente que lo ha hecho posible, pero seguramente perpetraría alguna injusticia. Lo más adecuado, imagino, será subrayar que se trata de un milagro colegiado, que no sería lo que es de no haber mediado el trabajo de tanta gente: de la escritora original a los eléctricos, de la gente de arte a los sonidistas, de los asistentes a los actores –y sigue la lista.

En un mundo que apuesta a perpetuarse persuadiéndonos de que todo es imposible, la épica modesta de cada film sostiene, por el contrario, que todo es posible. Existe algo más contagioso que las fiebres del momento, y eso es la esperanza. Hoy Piñeyro está contento, al igual que el elenco y los productores y los técnicos y el equipo de fotografía y… Mientras la comunidad bicontinental comienza a disgregarse y todo el mundo emprende el camino a casa, ¿cómo podría sustraerme a una felicidad tan bien ganada?



Texto publicado originalmente en "El Boomeran(g)"